Nunca olvidaré esta semana
que pasamos en el Valle.
Quizás tuvo esa magia que otorgan las primeras veces, o quizás la magia sea
perpetua en este lugar tan remoto.
En el rol que desarrollé como odontólogo, fueron cinco
días de intenso trabajo. La alimentación en el valle se basa fundamentalmente
en carbohidratos, por lo que el porcentaje de población con caries es
alarmante.El tratamiento de todas las piezas era el mismo: exodoncia. Y era éste porque
no teníamos los recursos necesarios para “empastar” aquellos dientes que tenían
una solución mucho menos drástica.
Resulta imposible olvidar las miradas de agradecimiento que rompían la barrera
del lenguaje entre aquellos pacientes y yo; a los traductores, capaces de traducir
no sólo palabras, sino también la calma y tranquilidad tan necesaria en esos
momentos, y a todos los que pusieron toda la voluntad y el empeño necesario
para ayudar al equipo de odontólogos en situaciones en las que nos vimos
desbordados (Yola, Mikel, Arantza, Gracias de nuevo!).
Y ahora que hay electricidad en el valle, las restauraciones dejan de ser un imposible,
por eso es necesaria la colaboración de todos, para que a esos niños del valle
jamás les falte una sonrisa.
Antes de despedirme, quisiera agradecer a todos y cada uno de los integrantes
de la fundación aG por el trato recibido desde el primer día, y darles mi
enhorabuena por todo lo que han hecho hasta ahora. De verdad, me quito el
sombrero con vosotros.
Y es que a pesar de que todo lo que hemos andado, aún queda mucho camino por
recorrer, y desde aquí puedo aseguraros que nunca os faltarán mis pies.
Abrazos,
Pablo Repiso.
Artículo escrito por Pablo Repiso, odontólogo voluntario que ha trabajado con aG durante el Campo de Trabajo de Semana Santa 2014 en el Valle del Tessaout, Azilal, Marruecos.