martes, 22 de enero de 2013

Hafid; guía, traductor y amigo.


Hoy os hablamos de  Hafid.

Hafid es parte de Acción Geoda, colabora con nosotros como traductor y guía… pero es un traductor especial y quizá el mejor guía que conozco, con un profundo conocimiento del paisaje y paisanaje marroquí, de su cultura, de sus tradiciones y de los diferentes grupos sociales y etnias que integran este país.
Un tipo alto, espigado, con cara de buena persona…siempre envuelto en un turbante de diez metros y una chilaba…sonriente, pero sobre todas las cosas, sencillo y comprometido.

Yo le conocí de una forma curiosa, un viernes, a las tantas de la noche, dando vueltas por Marrakech mientras buscaba por la medina un lugar donde dormir, camino del valle.
Al pasar por una callejuela estrecha y oscura, dos tipos dormían en un portal de la medina, con sus caras tapadas entre sombras por las capuchas de sus chilabas. Cuando pasé a su lado, una de las capuchas se ladea, dejando ver un rostro sonriente que me pregunta… ¿tú eres Jorge de Acción Geoda? He visto tu foto en la web…
Desde aquel día, Hafid ha estado cerca siempre que le hemos necesitado.

Las gentes del Tessaout han encontrado en Hafid a un amigo que ayuda de forma incondicional a todo aquel que se le acerca, pero también que pelea con ellos y por ellos, defendiendo a capa y espada los intereses del Proyecto Tessaout.
 Cuando Hafid llega al valle desde su  Errachidia natal, la gente sale a saludarle; hombres y mujeres,  niños y mayores,  quieren a este tipo con locura.
Su experiencia como guía turístico le ha llevado a trabajar siempre a caballo entre marroquíes y extranjeros…cosa que resulta muy útil, puesto que sabe cómo tratar a unos y a otros, y acerca nuestros puntos de vista, que no siempre están próximos. Amortigua el choque cultural, y explica a unos y otros las formas de ver la vida y de pensar del que tiene enfrente, haciendo más sencilla la comunicación.

Hafid nos ayuda a estimular a estas gentes para que luchen por sus intereses, para que vean más allá de mañana y piensen en el largo plazo…salvando esa limitación no sé si cultural o fruto de la falta de formación … que hace que muchas veces no vean si quiera el medio plazo.

Tiene esa capacidad de liderazgo que hace que los beneficiarios del proyecto luchen con él por sus derechos, se involucren, acepten su consejo, le sigan en las iniciativas que propone, y también admitan sus regañinas cuando las cosas se tuercen, porque predica con el ejemplo, trabajando de forma continua por el valle, y cuenta con el respeto de todos.

La convivencia con sus hermanas y su madre le han dado el tacto, el cariño y la inteligencia emocional que necesita para poder hablar en confianza con las mujeres del valle, evitando el recelo de sus maridos, lo que nos permite que pueda llevar a buen término reuniones con ellas, servir de traductor en las caravanas médicas, o ayudarlas junto a Brahim de Ifoulou en sus clases de estiramientos y posturas para evitar que su espalda sufra más de la cuenta con su incansable trabajo diario.

Pero no sólo de pan vive el hombre… este hombre tiene dentro de él a un músico, que cada vez que un instrumento musical llega a sus manos se apodera completamente de su cabeza, como si fuese un jinete sobre él, y valiéndose de los extremos de su turbante como riendas, le hace cabalgar locamente por músicas de aquí y de allí, dejando atrás partituras y ritmos de forma incansable. Vive la música, y la entiende como una forma de comunicación, como un lenguaje universal.

Estamos orgullosos de contar con Hafid, de la labor que desarrolla con nosotros en el Alto Atlas y de otras actividades que desarrolla más al Sur, en paralelo a Acción Geoda, como son los programas de desintoxicación y crecimiento personal para jóvenes drogodependientes,  en los que colabora con otra asociación de nuestro vecino Portugal.

Muchas gracias por el cariño con el que nos tratas, por tu implicación y tu gran ayuda.
Sin ella esto sería la ruina total amigo!!!

jueves, 10 de enero de 2013

Grandeza


Miro a través de la ventanilla y observo, según el avión va llegando a Marrakech, una cadena montañosa.  Esas imponentes montañas están, debido al color de nieve, tan blancas como la espina dorsal que sustenta nuestros cuerpos.  Agudizo la mirada a través de mis gafas graduadas, y me sorprende sentir la enormidad de esas moles pétreas entre los fértiles campos que las rodean.

Aterrizo, y como es otoño, al bajar del aparato las caricias del viento besan mi rostro tan suavemente como se posan las hojas de los árboles al caer de sus copas. Paso el control de pasaportes sin problemas, y al salir del aeropuerto, un mini taxi me lleva, entre el enloquecido tráfico de la ciudad, hasta la estación de autobuses. Allí compro un billete y me subo a uno abarrotado que me lleva hasta la ciudad de Demnate, la entrada al paraíso.

Nada más bajarme del autobús, comienzan las bienvenidas, los abrazos, las sonrisas y un leve olor a grandeza comienza a asentarse entre mis fosas nasales.

Según me subo a la baca de la furgoneta que penetra diariamente al valle, ese olor se vuelve más profundo y a la vez más suave. Y tras llegar a lo alto del collado, cuyo descenso me lleva hasta el proyecto de Ag, una sensación de intensa paz comienza a adueñarse de mi alma. Se hace de noche, y ya de lejos comienzo a atisbar en la oscuridad mi destino, mi misión, mi elección.

Llueve, hace frío y viento, y al llegar, unos seres diminutos comienzan a descender de las montañas para recibirme. Al principio parecen sombras salidas de las entrañas de la tierra. Son pequeños, están sucios, visten las mismas ropas desde hace años, sus zapatos son sandalias rotas sin calcetines, y sus rostros están llenos de mocos. Presto más atención, y al fijarme bien, me doy cuenta de que son niños. Aquellos que viven y hechizan con su magia, tratando de mitigar de esta forma las duras condiciones de vida en el valle.

Me bajo de la furgoneta, y poco a poco comienzan a rodearme silenciosamente. Sus enormes, oscuros y profundos ojos están muy abiertos, sus pieles se erizan por el viento congelado, y sus cabellos son negros y rizados por la falta de limpieza y por el frío. Al observarlos, el olor que sentí anteriormente se vuelve más agudo y más fresco. Y de repente…, se produce el milagro. 

En mitad de la oscuridad de la noche una luz refulgente y cegadora ilumina todo el valle. Miro hacia el cielo encapotado, que permanece tenebroso y amenazante, y veo que esa luz no viene del espacio. Cambio el foco de mi mirada, y al bajar la vista me doy cuenta de que la luz viene de esos niños, que a pesar del frío, de la pobreza, del sufrimiento y de la dureza de sus vidas siguen sonriendo. Y es entonces cuando finalmente me doy cuenta del significado de la grandeza…


Y es que esos niños, con su sola presencia limpian mi alma, iluminan mi espíritu, agudizan mis sentidos, traen paz a mi vida, y dan sentido a mi existencia.  Y en esto consiste para mí la grandeza. En tener el poder de transformar almas, de cambiar vidas, de traer luz y alegría con su sola existencia.  Por ello, cada vez que les miro y les siento, ocupan con su humilde esencia, hasta el último lugar de mi abotargada conciencia.   

Entrada escrita por Diego Herrero