jueves, 13 de septiembre de 2012

Por qué soy de aG, por Feli.

Conocí aG gracias al denostado Facebook. Lo típico, un amigo de una amiga, Diego, colgaba fotos preciosas de un valle y de unas gentes, los Tamazight, que me llamaban poderosamente la atención. Había visitado Marruecos en varias ocasiones, había subido al Toubkhal con mi hija de 13 años, por un valle con unos pueblos similares a los de los Belenes, con niños y niñas que salían a nuestro encuentro con una alegría y felicidad que ya los quisieran muchos de nuestros bien acomodados hijos.
Feli con Hafid, unos de nuestros traductores y amigos
Feli con Hafid, unos de nuestros traductores y amigos

El proyecto me atrajo desde el principio. Una ONG muy pequeña con todas sus ventajas e inconvenientes: te permite tener una visión global de todos los ámbitos de actuación, conoces a todos los miembros y a muchos socios, pero en cambio es más difícil conseguir fondos y el trabajo es mayor. Pero sin lugar a dudas, lo que más me sorprendió fue todo lo que en apenas dos años de existencia habían logrado.
Un día Diego me invitó a una de esas reuniones de los martes en donde conocí al alma de la Fundación: Fer, Yess, Elena, MariaJ, Chus, etc...
Hablaban apasionadamente de formas de conseguir euritos para el agua, algo tan cotidiano y accesible para nosotros. Hablaban de mujeres que se pasaban el día con niños a sus espaldas y que solo los soltaban para cargar leña y garrafas de agua. Hablaban de una casa comunal sin que yo supiera exactamente que era eso.
Me pidieron que firmará un proyecto para pedir una subvención en una fundación de mi empresa. Fue entonces cuando decidí pringarme y me hice socia.
Una operación de rodilla me mantuvo al margen por unos meses pero Facebook me permitió seguirles la pista y en verano regresé a las reuniones de los martes. Me propusieron, por aquello de que me gusta la montaña colaborar en una nueva área que se iba a montar, organizar viajes solidarios de montaña por el valle para desarrollo económico de la zona.
En el otoño tuve ocasión de hacer mi primer viaje al valle. Llegué de noche en un accidentado viaje con nieve, y sorteando las piedras que el agua había arrastrado ladera abajo en las tormentas tan frecuentes allí. Nada es fácil en el Atlas.
Me sorprendió la belleza de los pueblos y de sus valles, con su colorido otoñal, la hospitalidad de sus gentes y, sobre todo, la sencillez y calidez del trato que me ofrecieron. Compartí con ellos su fiesta grande, la del Cordero, similar a nuestras Navidades en donde todos los miembros de las familias regresan a sus pueblos para celebrarlo juntos.
Carecen de todo lo que para nosotros es básico: en sus casas no hay agua, no hay electricidad, no hay fuente de calor. Se nos ha olvidado la magia de abrir un grifo y tener agua hasta malgastarla. Tampoco puedo concebir un hogar sin hogar, esto es, una chimenea, estufa o similar máxime teniendo en cuenta que los inviernos allí son extremadamente duros; es alta montaña.
Nos abrieron sus modestas casas para tés, nueces y pinchos, todo un honor. A las chicas nos vistieron con lo mejor que tenían mientras a los chicos se les invitaba a la ceremonia de matar el cordero. Conocí a nuestros voluntariosos colaboradores en Marruecos: Al amigo Hafid, con su simpatía y generosidad, a Abdu con su amplia sonrisa, Simo nuestro guía y consejero en la montaña, Najib y su ayuda en el valle… y tantos otros.
Vista del Atlas Nevado, cerca de Ifoulou
Vista del Atlas Nevado, cerca de Ifoulou

Pero el viaje que realmente me dejo marcada y me obligó a hacer algo por esa gente fue el que hice a finales de enero. Yo tenía unos días de vacaciones y recibí una llamada de Juana, la médico que casi se había incorporado al mismo tiempo que yo en aG, para convencerme de ir las dos solas allí. Aquello fue una auténtica inmersión en el proyecto. Nos llevamos deberes de todas las áreas: Sanidad quería avanzar todo lo posible para la caravana que finalmente bajó en mayo. Educación quería que hiciéramos un seguimiento en persona de la evolución del proyecto, que habláramos con las profesoras… En fin, un lío.
Después de recalar un día en casa de la amabilísima familia de Reduan, otro de nuestros miembros en la zona, aparecimos en Ifoulou, con un tiempo que amenazaba cuando menos nieve, y nosotras con un utilitario de gama baja, una suerte, por otra parte, en Marruecos.
El paisaje no podía ser más bonito. Al fondo del valle y en las laderas de las montañas todo estaba nevado. El silencio solo era roto por el jolgorio y los gritos de los niños cuando fuimos a visitarlos a la Casa Comunal al comienzo de sus clases. Allí cerca de 30 niños se amontonaban en el aula de preescolar que aG tiene en la Casa Comunal. La mayoría de ellos acudía sin apenas haber desayunado y el frío era insoportable. Rachida, la maestra, nos comentaba que alguno de ellos llegaba a hacerse pis encima por no salir a la calle. Alguna de las niñas mayores llevaban encima a sus hermanos menores. Me sorprendió verles sin apenas ropa de abrigo y con la piel amoratada del frío.
El aula de preescolar en invierno. La imagen habla por si sola
El aula de preescolar en invierno. La imagen habla por si sola

Más tarde, en nuestro paseo por el pueblo, vimos mujeres cargando leña y lavando directamente la ropa en el río y con nieve en las orillas. Son mujeres que pasan todo el invierno solas en condiciones muy duras, con sus hijos pequeños; sus maridos e hijos mayores se van a Agadir a trabajar. ¡¡¡Son realmente valientes!!!
Mujeres cargando leña
Mujeres cargando leña.
Pesados fardos bajados desde la montaña, por empinados caminos de piedras, con rotas zapatillas de goma.
Yo personalmente solo recuerdo haber pasado ese frío cuando había hecho alta montaña en Pirineos o en el Valle del Kumbu, camino del campo base del Everest.
Tengo que decir que volví con el alma encogida y decidida a hacer algo por esta gente tan desfavorecida y abandonada por su gobierno a los que habitualmente llaman “bereberes”, palabra procedente del latín “barbarus” y que quiere decir bárbaro. Ellos prefieren que les llamemos Amazigh
Algunos me dicen que en España también hay situaciones límite pero lo de allí es endémico y necesitan que les echemos una mano. Están en crisis permanente. Aquí todo está más cercano: el agua, la luz, ¡¡hasta la educación!!.
Ya llevo casi un año colaborando activamente en aG. Actualmente estoy coordinando el área de Educación. Y, lo más importante, me siento parte de una gran familia aquí y allí, en el valle de Tessaout.
Te invito a que nos conozcas cualquier martes de éstos y a que colabores con nosotros. No te arrepentirás. También puedes hacerte socio o hacernos una donación porque ese pueblo lo merece (http://www.acciongeoda.org/images/docs/formulario_socios.pdf)

Feli.

NOTA: Si, como Feli, te quieres unir a aG, sólo tienes que escribirnos a info@acciongeoda.org y vemos como nos conocemos. Somos una organización compuesta en exclusiva por voluntarios que trabajamos juntos en un proyecto común, el desarrollo integral del valle del Tessaout.

NOTA: La electricidad, si todo va bien, llegará al valle en breve. Las obras están en marcha desde hace años, y parece que a no mucho tardar, será una realidad.

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