jueves, 10 de julio de 2014

Una enfermera en el valle Tessaout

Es evidente que las experiencias que no se planean, las que los miedos no ponen límites a nuestras capacidades, las que nos hacen abandonar las cosas mundanas, son las que de alguna forma consiguen transformar algo de nosotros, de nuestra existencia, de nuestra vida.


Una enfermera novata en Ifoulou, en un mundo desconocido ante una labor nunca realizada donde la prioridad antes de partir era intentar ser útil a la Fundación, a Juana y sobretodo, a sus gentes.


Días intensos sin tregua a las emociones, a la sensibilidad, donde la empatía era nuestra mejor herramienta y a partir de aquí todo fluía, cada consulta, cada paciente, cada historia, de esas que no dejan impasible a uno, situaciones dramáticas ocasionadas por el bocio, niños carentes de comodidades y cuidados realizando duros trabajos físicos, en riesgo continuo ante los accidentes domésticos: como quemaduras provocadas por el fuego, caídas, sellados con la marca en su cuello de sus progenitores, mujeres pudorosas de baja autoestima que con la maestría de Juana y de nuestra increíble traductora Hafida, eran llevadas entre risas a expresar confidencias, haciéndonos sabedoras de las necesidades más inmediatas para su bienestar, mujeres fuertes, aparentemente sanas, a la espera de que la marca por excelencia “el  bocio” hiciera mella en su salud, viviendo bajo el conformismo de la supeditación que desde la infancia llevan perennes, no por ello las hace menos interesantes y menos válidas, todo lo contrario, ellas son las únicas capaces de conseguir que las cosas se transformen porque ellas son las cuidadoras principales y en ellas recae el peso de la concienciación, recibían consejos de prevención de salud, la importancia de ingesta adecuada de líquidos, de sal yodada, asentían con un chasquido que de ninguna manera pensaba yo que era un “sí” en nuestro idioma, más bien consideraba un efecto secundario del hipertiroidismo!!!, Juana se partía cuando se lo contaba, furqui, furqui!!. Esos hombres bañados por el polvo blanco de la nueva carretera provocando hemorragias nasales, problemas respiratorios y articulares. Por desgracia no puedo mencionar a los ancianos porque casi no hay, excepto el solitario, el que consiguió implicar a todo el grupo sanitario con la intención de mejorar su mugre vivienda, gracias a todas/os por vuestra ayuda y compañía en mis salidas a realizarle la cura, conseguimos curarle los ojos y que sintiera calor humano.





¿Qué sanidad se puede practicar sin medios técnicos, sin abanico de fármacos de estos de alta gama que tenemos en nuestro mundo, sin aparatos que confirmen un diagnóstico? ¿Qué enfoque terapéutico es el apropiado? Todo un misterio resuelto en mis días en el campo de trabajo y con el paso del tiempo. Realmente no hace falta enfoque, tan sólo una atención continuada sencilla como cualquier consulta nuestra, con técnicas de reforzamiento de aprendizaje, talleres, etc., porque a pesar de ser un pueblo que bastante tiene con sobrevivir en un terreno hostil, sus limpias miradas, sus sonrisas, su humildad  expresan la mejor salud que se puede tener, la armonía!!. 
Penita de dejarlos y tener que marchar, con la esperanza de que algún día pueda volver y colaborar con la Fundación y su gran obra, un importante logro conseguido que tengan agua en sus casas, enhorabuena por todo lo que hacéis.
Agradecer a cada uno de los componentes del grupo por estos días imborrables en mi mente y corazón, un gran equipo humano que de forma altruista dedica su tiempo en que un rinconcito del mundo amanezca un rayo de luz y esperanza.   

Gracias por todo. Gracias Ifoulou por enriquecerme.  

Mª José (enfermera).
María José (a la izquierda) con al equipo sanitario y Jamal,
amigo de aG y traductor, durante el pasado Campo de Trabajo.

1 comentario:

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