Los que vivimos aquí, en esta parte que llaman Primer Mundo, con tan solo girar la palanca del grifo hacia la derecha o la izquierda obtenemos agua potable a la temperatura deseada. La experiencia que compartí la pasada Semana Santa en el campo de trabajo que desarrolló aG en el Valle del Tessaout, en el seno de un espectacular escenario, el alto Atlas marroquí, me brindó la oportunidad de conocer de primera a mano el día a día de los habitantes de la zona, y pude tomar conciencia de cómo este sencillo gesto suponía allí un arduo trabajo. Lo que para nosotros es un cómodo ejercicio de apenas unos segundos, para las mujeres del valle se traducía en una tarea mucho más complicada y severa.
Para conseguir agua las mujeres tenían que subir desde el río hasta sus casas con grandes y pesados bidones de plástico a sus espaldas. Curvaban sus cuerpos formando un ángulo de prácticamente 90º y los sostenían tirando con una sola mano de una cuerda atada al envase. La velocidad con la que “trepaban” el valle, de barro, de piedra, totalmente irregular, con calzados muy deteriorados que dejaban sus pies al descubierto, era impactante. Para conseguir calentar esa agua habían de cargar, del mismo modo, troncos de leña con los que hacer fuego. En este caso no bajaban al río, sino que ascendían, de una forma aún más temeraria, por altos riscos de donde obtenían la leña. Me gustaría mostrar una imagen. No lo hago por respeto a las mujeres del valle. Ellas piden que no se las fotografíe, siguiendo la instrucción de sus maridos desde el momento en que se prometen.
Fer, conocedor de este escenario, tiene una idea: elaborar un panel térmico-solar con el que calentar agua y colocarlo en el tejado de la casa de su gran amigo Abdullah. Abdullah es el promotor de salud de la aldea de Ifoulou y sabe que, si este piloto da buen resultado, él se encargará de explicárselo a los hombres del pueblo para que todas las casas puedan calentar agua.
Con este plan en mente, unas semanas antes del campo de trabajo, diseñamos la placa térmico-solar: buscamos vídeos y documentos en internet en los que se muestran experiencias similares; analizamos qué materiales pueden ser más eficaces, siempre teniendo en cuenta que han de ser asequibles y accesibles para la gente del valle; hacemos una cuantas cuentas y buscamos un termómetro con el que tomar medidas.
Una vez en Demnate, compramos el material necesario y lo transportamos hasta el valle, y con ayuda de nuestras compañeras del campo de trabajo, a la casa de Abdullah, en Ifoulou.
Allí nos reciben su mujer, Fatma, y su hija mayor, Fahima, muy hospitalarias, como la gente del valle acostumbra a ser con sus visitas. Nos invitan a que nos sentemos en una salita en la que nos preparan té y nos ofrecen pastas.
Fahima, que nunca pierde la sonrisa, se muestra expectante. A juzgar por su cara de sorpresa, estoy segura de que se pregunta qué hemos ido a hacer a su casa. Con ayuda de nuestro amigo e intérprete Hafid, se lo explicamos. Vamos a intentar que su casa tenga agua caliente. De pronto, un brillo que habla por sí solo inunda sus ojos. Ella lo acompaña de una exclamación: “¿¿De verdad??”. Y yo siento un vuelquecito por dentro con el que termino de comprender el sentido de nuestra visita al valle.
Más tarde nos acompañan, a través de una escalera muy angosta por la que a mí me cuesta subir pero por la que ellas suben con total destreza cargando leña a sus espaldas, al tejado de la primera planta. Allí comenzamos a trabajar en el panel térmico-solar. La vista es increíble. A nuestros pies tenemos el río Tessaout, y debemos tener cuidado de no poner un pie fuera del tejado y caer al vacío.
En primer lugar, medimos y cortamos las tablas de madera para formar la base y los laterales del panel, que unimos mediante clavos. Fahima y su hermano menor, Nordin, observan lo que hacemos. Fieles aprendices, nos ayudan por iniciativa propia.
A continuación, con ayuda de Rosa, aplicamos cola en las uniones de las tablas, para evitar que el calor se escape,
y pintamos toda la superficie de color negro, con objeto de facilitar la absorción de la energía. Una vez seca la pintura, grapamos un plástico en la base del panel para retener el calor en su interior lo máximo posible. Seguidamente, Lucía nos ayuda a colocar un tubo de PVC en forma de espiral dentro de la estructura, para lo cual hacemos orificios sobre la madera con un taladro e introducimos trozos de alambre que hacen de sujeción.
Por último, grapamos un plástico en forma de tapa en los laterales del panel, para provocar el efecto invernadero. Hubiera sido más eficaz colocar un cristal, pero este recurso es más costoso.
Tras varios días en que compaginamos el trabajo en el panel con otras actividades, éste ya está terminado. Con ayuda de Jorge lo subimos al tejado de la segunda planta, donde introducimos agua en el tubo con una tetera.
Después de varias horas al sol, medimos la temperatura que éste alcanza. El resultado es positivo. Pero es necesario que llegue el agua a casa de Abdullah para poder comprobar que el líquido fluye a través del panel. Éste necesita conectarse a una fuente con cierta presión para que funcione
A lo largo del campo, aG trabaja junto con los hombres del pueblo para que el agua del pozo de Ifoulou sea bombeada hasta el depósito situado en altura, y de allí a todo la aldea, apoyándose en un generador eléctrico que llevamos al valle desde Madrid. Este logro, que describo rápidamente, marcará un antes y un después en la aldea, ya que tras nuestra marcha, empezarán a introducir el agua en las casas, con el inminente beneficio en la salud de las mujeres de Ifoulou y mejora de la calidad de vida de todos sus habitantes. Las mujeres ya no tendrán que subir del río cargadas con agua a sus espaldas y todos los habitantes dispondrán de agua corriente en casa para su higiene.
El día en que finaliza el campo de trabajo y hemos de dejar Ifoulou, el agua todavía no ha llegado a las casas del pueblo. Así que, con ayuda de Abdu, miembro de aG que colabora desde Marruecos, explicamos a Abdullah lo que debe hacer para conectar el panel al grifo, cuando ya dispongan de agua en casa. En aquel momento, todos pensamos: “Ójala esto suceda pronto”…. hoy día, esto ya es una realidad, sucedió dos semanas después de nuestra vuelta a Madrid.
La semana pasada Abdu llamó por teléfono a Abdullah y le preguntó si el panel térmico estaba dando resultado. Éste contesto que el agua se calienta lo suficiente como para poder preparar té y darse una ducha. ¿¿De verdad??
Por un lado, no pude evitar emocionarme al conocer esto. Por otro, sabemos que las personas del valle son agradecidas, tanto como para darnos una noticia que mantenga nuestra ilusión viva. Hasta que alguno de nosotros pueda viajar al valle para comprobarlo, me ilusiono pensando que Fahima y sus hermanos ya pueden ducharse con agua caliente, y que ella ya no tiene que cargar leña a sus espaldas. Si no es así, “Ójala esto suceda pronto”…
Sonia Pérez-Vázquez
Voluntaria de aG durante el campo de trabajo 2014 en el Valle del Tessaout.
Nota: A día de hoy, el agua corriente llega ya a todas las casas de Ifoulou.
Nota: Esta semana o la próxima, un miembro de aG visitará el valle, y comprobará personalmente el funcionamiento de este experimiento solar de Agua Caliente.
Que bien, da gusto leer cosas así a primera hora de la mañana. Bravo!
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