"¿Cómo encontraré tiempo para soñar en el amor?
El grano está por moler, las vacas para ordeñar,
el cántaro en la fuente, la comida en el fuego.
La jornada es demasiado corta para todas las tareas.
Hay hierba en los campos y madera en el bosque,
el pan está cociéndose y la ropa en el río.
Muerta de cansancio me derrumbo por la tarde.
El alba está aún lejos cuando me levanto.
Se ha hecho de noche hace tiempo cuando me acuesto.
¿Cuándo tendré tiempo de soñar en el amor?"
Los cantos de la Tassaout
Mririda n´Aït Attik
Éste es un poema de Mririda n´Aït Attik nacida en Magdaz, nuestro querido Valle de Tessaout, a principios del siglo XX, escrito en Tashelhit, la lengua amazig original. El Tashelhit es una lengua hablada lo cual implicó que la recopilación de textos, canciones .. fuera una tarea árdua y bastante difícil.
Fue descubierta por René Euloge, conocido escritor y fotógrafo francés, en 1927-28 cuando ya había abandonado el valle y se había convertido en una chirat o tamedant, una trovadora de la que escribió:
Magdaz (Foto: F. Pérez) |
"Todavía recuerdo a Mririda envuelta en su amplia capa de
lana fina, antigua y admirable andir aferkachène, a rayas carmesís, escarlatas
y negras. Adoptaba poses hieráticas, sin sospechar su gracia y majestad,
hermosa como una lira cuando levantaba sus brazos espléndidamente torneados
rodeados de pesados brazaletes de plata. Su pelo abundante, tan negro que tenía
reflejos de color antracita, enmarcaba un rostro expresivo de delicada
tez que hubiera merecido para nuestra poetisa el dulce nombre de Amaryllis..."
Ella misma dice de sí misma que la “apodaron Mririda, Mririda, ¡la rana ágil de los prados!”
Su suerte fue la de muchas mujeres bereberes. Se casó pronto, madre, trabajó en las penosas tareas del campo, acarreó agua... Pero esta chica analfabeta, sin cultura literaria, tenía un don, el de percibir la belleza de su país y de sentir todo lo que emanaba tanto de las piedras como del alma o las pasiones de sus habitantes.
Nuestra poetisa huyó de su valle querido, se estableció en Azilal y se convirtió en prostituta para el deleite de sus amantes que "ella elegía cuidadosamente", como cuenta una de sus más antigua amigas.
Escribió
casi doscientos poemas, unos cortos, otros más largos, pero todos llenos de
amor a su tierra, de descripciones de la vida de los chleuhs y también poemas de
amor, con sus alegrías y sus tormentos.
René
Euloge vivió en Marraquech desde los años veinte de este siglo hasta su muerte
en 1985, editó sus poemas en el libro Les Chants de la Tassaout en 1959
con unas ilustraciones preciosas pero es un libro difícil de localizar. Se ha reeditado hace
poco con un prefacio de Leopold Sédar Senghor –que fue presidente y poeta de la
Republica de Senegal-. Desafortunadamente contiene sólo los textos traducidos
al francés y apenas ocasionalmente incluye alguna frase en el amazig original, Tashelhit.
"Llegando desde un mundo lejano, he aquí los
Cantos de Tassaout. Llegan a nosotros como esas interminables humaredas azules,
exhalando perfumes de tulla y de pino, que en la tarde se elevan hasta los
rincones más olvidados del Valle del Alto Atlas, tan lejano a pesar de
encontrarse a las puertas de la vieja Europa. Es mi vivo deseo que mi
interpretación no haya desfigurado en exceso su belleza natural, anónima y sin
embargo tan personal..."
René
Euloge, Anglet, 1959,
haciendo la presentación de su trabajo de traducción
al francés de los Cantos de Tassaout.
He aquí otro poema de Mririda
Me han apodado Mririda, Mririda,
Mririda, de los prados la rana ágil...
No tengo, no tengo yo sus ojos de oro,
No tengo, no tengo yo su blanco pecho,
No tengo, no tengo yo su verde túnica.
Mas lo que tengo como ella, Mririda,
Son mis zerarit, mis zerarit
Que vuelan hasta los establos,
Son mis zerarit, mis zerarit
De los que en todo el valle se habla
Y más allá de las montañas,
Mis envidiados zerarit que maravillan...
Pues desde mis primeros pasos por los campos,
atrapé dulcemente las ágiles ranas
temorosas, temblorosas en mis manos,
Y apreté largo tiempo contra su blanco pecho
Mis labios juveniles, mis labios infantiles.
Transmitiéronme así la virtud maravillosa
De esta baraka que les ofrece un canto,
Un canto tan claro, tan vibrante y tan puro
En noches de verano bañadas de luna,
Un canto semejante al del cristal,
A la resonancia clara del yunque
En el aire más sonoro que precede a la lluvia...
Y gracias al don que me otorga Mririda
Me llaman:... Mririda, Mririda...
Aquél que me tome podrá sentir
En su mano, en su mano latir mi corazón,
Como tantas veces bajo mis dedos sentí
Latir el corazón enloquecido de las ranas.
En las noches bañadas de luna,
Él me llamará Mririda, Mririda,
Dulce apodo que me es caro.
Para él lanzaré mis zerarit agudos,
Mis zerarit estridentes, prolongados,
Que admiran los hombres y envidian las mujeres,
Zerarit tales que jamás había escuchado este valle.
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