martes, 28 de abril de 2015

Milagros a la vista; el relato de un voluntario recién llegado al Atlas con aG

MILAGROS A LA VISTA

Esta pasada semana santa fui por primera vez a un campo de trabajo con la fundación Acción Geoda al valle de Tessaout ubicado en el alto Atlas marroquí. Desde hace varios años esta fundación lleva desarrollando un trabajo espectacular con los habitantes bereberes que habitan en aquellas rudas pero increíblemente bellas montañas. Ellos prefieren ser llamados ”Tamazighs”, hombres libres, porque la palabra bereber significa “bárbaro”, y por ello prefieren que no se les llamen por ese término, cosa muy lógica por otra parte.
Mi llegada a ese valle fue un despertar a mis sentidos. Mi vista se iba clarificando a la vez que el paisaje lavaba mis pupilas, mis fosas nasales se iban abriendo mientras el frío viento limpiaba mis pulmones, y mi mente y mi corazón se iban dulcificando con el contacto de sus gentes.
Pasado el impacto inicial de ver sus duras vidas, marcadas por pobreza, frío, pocos recursos, y casi nula asistencia en general, fui poco a poco siendo capaz de “infectarme” del calor se sus sonrisas, del penetrante sonido de los tambores al anochecer y de la hospitalidad de aquellos que aún teniendo poco,  todo lo ofrecen.
Y tras unos días de asombro, y una vez abandonados los “problemas” que traía desde casa, empecé a ser capaz de darme cuenta  de cuantos milagros a la vista sucedían en el día a día de estas personas.
Al caerse, o al menos aclararse el velo que en mi vida normal cubre mis ojos, puede al fin ver con total claridad el sencillo y la vez poderoso transcurrir del tiempo en la vida de seres tan cercanos y a la vez tan lejanos.
Allí me enteré de que la fundación les había construido un pozo y una canalización de agua el año pasado, y que por fin, tras siglos sin agua, yendo las mujeres y las niñas montaña arriba a buscarla, sucedía el milagro de abrir un grifo en sus casas y poder disfrutar de ella. Al mismo tiempo, me contaron que unos meses después, y debido a la enorme riada del río Tessaout, ese pozo desapareció, los habitantes del lugar volvieron a quedarse sin agua y las mujeres a retomar su pesada carga diaria de ir a buscarla. Y cuando miraba sus rostros e intentaba penetrar en sus miradas, tan solo recibía alegría y ni un solo atisbo de desesperación o enfado. Sencillamente la naturaleza era así y había que ajustarse a lo que ella dijera.
Y lo mismo ocurrió cuando tras un duro y frío invierno con mucha nieve y temperaturas cercanas a los cero grados, los niños seguían yendo a la escuela con zapatos de plástico y calcetines agujereados.
Y también puede ver a mujeres recién paridas en soledad con bebés de apenas dos semanas a sus espaldas, andando por las montañas y cantando al recoger pesados fardos de leña.
Y vi, y seguía viendo.  Y mientras mis pupilas vertían lágrimas de desazón mi corazón se iba limpiando y llenando de orgullo por poder compartir y aprender de estos “Tamazighs” hombres y mujeres libres. Y según pasaban los días me fui dando cuenta de que los milagros a la vista en el valle Tessaout, por muy duras que sean las condiciones o las circunstancias, siempre sucederán por la inmensa y poderosa sed de vida de sus increíbles gentes.

  Escrito desde el corazón por un voluntario de aG

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